domingo, 23 de agosto de 2015

Habilidades y competencias necesarias en el aula

Tradicionalmente la responsabilidad del trabajo en el aula ha recaído sobre el docente. Es quien da instrucciones, propone qué estudiar y cómo hacerlo y, por supuesto, cómo evaluar. Hoy el nivel de responsabilidades se ha flexibilizado, su rol ha pasado a ser guía y orientador a ser canalizador y motivador.
maestra docente clase
Su papel ahora es el de motivar a los estudiantes a que exploren lo que les interesa para conducir el aprendizaje a través de una diversidad de estrategias basadas en el trabajo individual y en el trabajo grupal del estudiante. Afortunadamente, la aversión hacia el trabajo grupal en el aula ya no es incompatible con los planes de estudio ni con las normas de disciplina.
Ya van perdiendo vigencia las claves de corrección para revisar exámenes, pues las respuestas han sido reivindicadas en su valor y no tienen por qué existir respuestas únicas. Son muchos los logros que se han conseguido en el entorno escolar que favorecen la efectividad del aprendizaje escolar, el cultivo de competencias como la participación, la iniciativa, la toma de decisiones y otras habilidades esenciales para la vida y que, asimismo, implican aprender y crear condiciones para:
1. Encaminar y enseñar a encaminar
Aunque en aulas con numerosos alumnos la tarea es cuesta arriba, el esfuerzo hay que hacerlo. Durante una clase, un sinfín de situaciones pueden presentarse. Y el guiar permitirá que cualquier experiencia, aunque parezca mala; desde otra óptica, pueda considerarse una ventaja. Tenemos que modelar con el ejemplo, de manera que nuestros alumnos puedan actuar de la misma manera ante las eventualidades.
2. Delegar en justa medida
Es muy importante sellar alianzas con los más aventajados para apoyar las estrategias instruccionales, darle la oportunidad a los estudiantes de ayudar a sus compañeros, lo cual les dará la libertad de desarrollar sus habilidades comunicativas y aprenderán a ayudar a los otros para alcanzar un bien común. Evidentemente el seguimiento por parte del docente no debe olvidarse, delegar no significa abandonar a la suerte.
3. Mostrar interés por el esfuerzo y por éxito del equipo
Un docente ha de preocuparse por dejarles saber a sus alumnos que valora el esfuerzo y el logro alcanzado. Nuestros estudiantes se están formando para trabajar con otros y es necesario que desarrollen competencias para brindar lo mejor de sí en aras de lograr un objetivo. Por ello, debe evidenciarse que se valora el logro de los objetivos a pesar de las diferencias individuales y que el éxito logrado es producto de la suma de esas particularidades que complementan las de los compañeros.
4. Ser productivo
Nuestro trabajo como facilitadores es ayudarlos a lograr los objetivos. Si ellos salen de la clase con un aprendizaje, ya ha habido productividad. Incluso si descubrió que el procedimiento que siguió para realizar determinada tarea es el más largo y conoció otras alternativas con las que ganaría tiempo. Esto nos lleva, como docentes, a elegir actividades significativas y realistas. Un docente  que pone retos que de entrada sabe que no serán superados, es un ser improductivo. Y también lo es el profesor “barco”, pero que no consigue los objetivos porque desperdicia oportunidades.
5. Saber escuchar y saber comunicar a la hora de evaluar
Comunicar no significa solo informar, sino verificar que se ha comprendido. A su vez, verificar que se ha comprendido va más allá que la simple pregunta “¿Entendieron?”. Cuando un estudiante solicita la revisión de su evaluación se abre una gran oportunidad para verificar su nivel de comprensión, porque defenderá su posición con argumentos que quizá darán luces sobre el alcance de su aprendizaje, aunque los resultados de su tarea demuestre lo contrario. Todo el tiempo estamos valorando y estamos siendo valorados, así que es importante abrir los canales de comunicación a tiempo completo para favorecer el aprendizaje.