El ser humano es un proyecto. No nace terminado, sino que se humaniza en la marcha, la vida se encarga de hacerlo. Si la ética es la reflexión teórica sobre la moral, esta última es la ciencia que trata de la bondad y del bien, así como de normas, valores y comportamientos, en tanto los humanos nos hemos olvidado del respeto y de la convivencia pacífica. Las universidades deberían incluir en el currículum la asignatura Educación para la paz y también como temática la corporeidad, esta última podría ser un atenuante para aquellos jóvenes que viven bajo signos persistentes de violencia o que manifiestan su Unheimisch o inquietante extrañeza en su entorno.
Sencillas reglas de comportamiento autorregulado son elementos embrionarios necesarios en los seres humanos, porque como expresa Jiménez (2000) esta sociedad es la nuestra, constantemente atacada por enfermedades, atravesada por crisis egocéntricas y presa de tendencias autodestructivas. Lo anterior nos mueve a inquirir sobre la moralidad y la transparencia del sistema político, del modelo cultural, de los héroes deportivos, de la institución matrimonial, de las casas de estudio, de algunos religiosos que anteponen sus propios intereses y no denuncian las injusticias.
Titulares de los periódicos nos informan que boxeadores nicaragüenses lesionan a sus esposas y que hombres sin principios violan sin piedad el cuerpo de niñas puras incidiendo en su corporeidad. Esto entraña también mujeres sin asideros, que de manera abrupta, desestabilizan matrimonios estables o políticos que sucumben a la tentación de lo fácil. Baraa, la niña palestina confinada por su padre en un cuarto oscuro durante casi una década, nos da una lección de amor y corporeidad al confesar ante la prensa que no lo odia.
Es, entonces, necesario hacer la distinción entre conciencia social y conciencia moral individual. La conciencia social es necesaria porque despierta la parte solidaria de los seres humanos, es decir percibimos que son necesarios los cambios para incidir en temas de pobreza, insalubridad, explotación sexual, medioambiente, corrupción gubernamental y educación. La moral individual es aquella que hace que la parte espiritual sea invadida por la violencia, el odio, la injusticia, la envidia por los saberes, la delincuencia, el crimen, la descalificación hacia los demás y el desorden afectivo y sexual al no ocuparse responsablemente del cuido moral de la corporeidad.
La preocupación del gobierno a través del sistema educativo debe centrarse en proteger la dignidad y la armonía humana. Assmann sostiene que la ética solidaria responde a la dignidad inviolable de la corporeidad, esta idea también es avalada por el escritor italiano Umberto Eco. La corporeidad humana es cuando pensamos, sentimos, queremos y coexistimos bajo la mesura del cuerpo; lo contrario sería vivir bajo el pesimismo y decadencia del mismo.
La corporeidad tiene la virtud de conciliar moralmente al ser humano, porque este abandona su naturaleza hostil, apacigua su frenesí sexual y orgiástico al proveerlo de dones transcendentes, en donde la moral social es un compromiso que es ir “del acto al pensamiento” tal como lo define Wallon. Eduquemos siguiendo estos principios con permanente lucidez: estimemos nuestro cuerpo, percibamos la belleza interior e inculquemos el amor al prójimo, a Dios y a nuestro humanes que es la corporeidad moral.
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