sábado, 4 de febrero de 2012

Hacia una pedagogía de la ternura

Son muy diversos los discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter integrador; de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud.
¿Cuál es el discurso sobre la paz que predomina en la pedagogía del aula? ¿Cuál es la práctica educativa a seguir para transformar los discurso sobre la violencia y construir una pedagogía de la ternurización social? La paz es una palabra que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras culturales y que es transversal a los valores humanos.
Hay una tradición del pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz es pensar en la guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política por otros medios”.
La guerra no ha sido más que una vulgar expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus grupos de poder. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular. Hace poco días le oí decir un viejo guerrillero que la guerra la hacen los jóvenes que no conocen a su enemigo, ni lo odian, pero lo matan; y que la inventan los viejos, que conocen a su enemigo, sí lo odian, pero no lo matan.
Los griegos usaban la palabra eirene para referirse a la paz dentro de un grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. En la tradición romana está la idea de pax que tiene tres características: primero como ausencia de guerra (absentia belli), luego las disputas entre clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central. Tercero: sivis pacem para bellum: “si quieres la paz prepara la guerra”.
En la tradición hebrea la palabra para paz es shalom y hace referencia a un pacto entre Yavé y su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino de Dios, y bajo una nueva ética.
El nuevo paradigma de educación para la paz nos enseña que ésta ya no es más ausencia de guerra y conflicto, sino un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón negativa y re-aprendido desde la justicia social. La paz, en términos positivos, es justicia y armonía social; es un fenómeno amplio y complejo que nos exige una comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos íntimamente recíprocos: el conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.
La paz auténtica es la que, oponiéndose a la guerra, realiza esfuerzos por disipar toda discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo integral de las personas en su dimensión social.
La paz exige la superación de los niveles de desigualdad y exclusión social y una integración activa en los procesos de desarrollo y satisfacción de las necesidades básicas. Esto hace que se rompa el triángulo de la violencia directa, sistémica y cultural señalado por Galtung, para quien “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo más grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o aplicación organizada y colectiva de violencia”.
De lo anterior podemos discurrir que es imperativa la búsqueda y definición de nuevos caminos,  en medio del desdibujamiento y de la encrucijada histórica del modelo predominante en nuestras comunidades educativas.
FUENTE:N.DIARIO/  RENE DAVILA / 030212

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