El contexto externo a la escuela, las repercusiones de este contexto en su interior institucional y pedagógico los cambios originados en la propia educación, exigen un clima escolar psicoafectivo y psicosocial nuevo, capaz de mantener el estatus original de la escuela para garantizar el desempeño cualitativo de los estudiantes y profesores en su formación educativa, humana y social.
Constatamos con absoluta evidencia que lo que sucede en la sociedad se siente en la escuela. Cambia la familia, la estructura social, la cultura, el mercado de trabajo, las ciencias, la tecnología y aunque la institución escuela parezca conservar en formato fundacional, se produce un cambio en algo intrínseco a ella y su función educativa. En la escuela, junto a los elementos positivos que la innovan y perfeccionan en su dimensión pedagógica y de gestión, entran la pobreza, la exclusión social, las culturas juveniles y adolescentes, la violencia, la inseguridad, la droga, el sexo, el compañerismo, el altruismo, la amistad.
Esta invasión de la sociedad es una de las novedades en la agenda actual que pone en tela de juicio muchos dispositivos y modo de hacer las cosas en las instituciones escolares: el currículo, los métodos, formas y tiempos del aprendizaje, las relaciones con la autoridad y entre los distintos sujetos del centro escolar. Todo ello dificulta la función original de la escuela, de su gestión y del proceso de enseñanza aprendizaje afectado por circunstancias especiales sean estas beneficiosas o negativas.
Es fácil constatar que algunas de las intenciones del currículo prescrito en disciplinas, tiempos, evaluaciones y resultados no son debidamente atendidos por la necesidad de hacer frente a aspectos que exigen nuevas formas de actuar frente al impacto de las influencias que sacuden la razón de ser de la escuela tradicional.
A este respecto se habla del currículo oculto, desde la perspectiva de quienes participan en el proceso educativo. Cambia el contexto formativo real tanto para maestros como para estudiantes. A partir de esa invasión de la sociedad los estudiantes, se apropian de diversos conocimientos, valores, experiencias y formas de vivir que también comparten desde su función los maestros.
Todo ello pone en alerta a la institución escolar con la enorme responsabilidad de discernir sobre su funcionamiento actual sometido a las ventajas que entrañan las influencias y cambios que afectan positivamente al proceso educativo escolar, y las afectaciones claramente negativas que invaden su interior y desbalancean, por no decir impiden, desarrollar adecuadamente su necesaria acción de educar con calidad.
En medio de esta búsqueda de autoafirmación actual de la escuela como pieza clave de la sociedad, existe un aspecto muy importante que es necesario asegurar en el movimiento de la vida de la escuela y en la manera de actuar de sus miembros. Estudios recientes indican que el clima escolar es la variable que mayor influencia ejerce sobre la formación y desempeño de la comunidad educativa y del rendimiento de los estudiantes.
Lo que era posible percibir intuitivamente, ahora se manifiesta más abiertamente: cuando las escuelas logran generar ambientes respetuosos, acogedores y positivos, estos hacen una contribución substantiva para neutralizar las influencias negativas del exterior a la escuela y favorecen directamente el desempeño educativo de los estudiantes como sujetos de sus aprendizajes, conocimientos, destrezas, habilidades, competencias y valores.
Si bien los factores socioeconómicos tienen una poderosa influencia en el rendimiento escolar, las variables asociadas a la escuela, como la creación de un clima escolar acorde con un proceso educativo de calidad es esencial para el aprendizaje de los estudiantes.
El clima escolar se mide por la calidad ambiental de satisfacción o malestar que encuentran los sujetos al trabajar juntos en la escuela, lo que se percibe y comparte emocionalmente en términos grupales y colectivos, en este caso institución educativa – familia, directores, maestros, estudiantes.
En el contexto actual complejo, real y rico, la dificultad de neutralizar y superar la invasión negativa de la sociedad, resulta muy difícil, pero la propia escuela, la comunidad educativa, la comunidad de aprendizaje sí tiene la capacidad, la sabiduría y la experiencia para generar un clima psicoafectivo y psicosocial propicio, un clima escolar apropiado para garantizar con éxito el trabajo educativo de la escuela. Este clima está en gran medida al alcance de la escuela.
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