viernes, 24 de febrero de 2012

Lo importante es lograr aprendizajes


La educación representa la condición y posibilidad fundamental de la realidad humana. En ella, la persona se construye y reconstruye permanentemente. Este aprender y hacerse constantemente, va más allá de la persona misma, proyectándose en su entorno social. No tiene sentido limitarla en su interacción para beneficiarse y aportar a los demás. La escuela representa el principal espacio organizado para completar esta educación siendo la familia su principal mentor.

Los dos últimos foros internacionales de educación, Cumbres Mundiales de Jontiem y Dakar (1990 y 2000), han coincidido en la equidad, eficiencia, pertinencia y calidad de la educación. Nos han legado un interés profundo por la educación en sentido amplio y flexible, con aprendizajes básicos funcionales para la vida, particularmente en lengua y matemáticas.

La enseñanza no tendría sentido si no logra aprendizajes que aporten a esta construcción de la persona, gestando cambios en concepciones, actitudes y valores proyectados al entorno. Esto se logrará, siempre que se desprendan de experiencias de aprendizaje, relevantes y significativas, interesantes y útiles, resistentes al olvido. Todo contenido a aprender, requiere ser comprendido y compartido en sus significados y aplicado, de forma práctica, en la realidad concreta.

Frente a estos acuerdos y consensos, las lógicas tradicionales sobre el aprendizaje, profundamente arraigadas en estructuras y actores educativos, se resisten a cambiar. Sucesivas administraciones educativas han centrado su interés en lograr enseñar contenidos cuantiosos mostrando poco interés por obtener resultados de aprendizajes pertinentes, relevantes y significativos. La lógica de la supervisión, en delegaciones y centros educativos, continúa insistiendo en cumplir programas, sin constatar si lo que se enseña es realmente bien aprendido.

Ello ha gestado una paradoja histórica que es preciso develar y resolver. Por lo general, padres, docentes y directores de centros educativos, muestran estar satisfechos  de la buena calidad de la educación de los centros, lo que no se corresponde con los resultados de las pruebas nacionales aplicadas a tercer y sexto grado, en matemáticas y español desde 2006. En ellas, más de las tres cuartas partes de niños y niñas apenas alcanzan el nivel más elemental de logro, lo que indica que no han alcanzado los objetivos de aprendizaje. Estos mismos resultados se reproducen en las pruebas de ingreso a la universidad. El contraste también resalta entre estos bajos resultados y las buenas calificaciones que muestran las estadísticas.

Al identificar responsablemente la matriz de tal situación, una explicación clave recae en los métodos de enseñanza y evaluación utilizados y las maneras como los alumnos aprenden. Hemos comprobado que los programas de preparación docente insisten en métodos, técnicas y estrategias de enseñanza de corte teórico, dando por hecho que ya los alumnos saben aprender.

Aún cuando en las últimas décadas se ha investigado mucho sobre las estrategias superiores de aprendizaje, éstas no forman parte de la actividad docente y menos del alumnado. Los alumnos continúan aprendiendo de memoria, recitando, mecanizando, con poca o ninguna comprensión, sin significado ni aplicación al mundo real cotidiano.

Es necesario modificar la lógica imperante en los procesos de enseñanza, enfatizando el interés en el aprendizaje, aplicando estrategias de enseñanza y orientando la aplicación de estrategias de aprendizaje, capaces de movilizar competencias con reflexión, análisis, comprensión  y aplicaciones útiles. Una iniciativa a alabar y mejorar es el reforzamiento escolar, pero para que  sea efectivo, requiere ser sistemático.

Otra veta clave es lograr cambios radicales en la concepción y aplicación del sistema de evaluación. Los instrumentos de evaluación aún son reproductivos, en consonancia con la lógica de la enseñanza y el aprendizaje mecánicos, cerrando, así, un ciclo vicioso perfecto. Tal cambio demanda preparar a los docentes en su concepción y aplicación correctas, asesorando su puesta en escena, desterrando gradualmente la cultura del facilismo, del menor esfuerzo y superficialidad en el aprendizaje que ha invadido al estudiantado. Ello perfila nuevos compromisos de cambio, también, en los currículos de formación docente de Escuelas Normales y Facultades de Educación, cuya matriz actual continúa siendo tradicional. Un punto nodal de gran potencial reside en los TEPCES, espacio de encuentro docente. Las distorsiones sufridas en esta experiencia, desde su recuperación en el 2007, la han vuelto poco efectiva. Su mayor interés descansa en la lógica de programar y planificar contenidos, pero falta priorizar estrategias de enseñanza y de aprendizaje, evaluándolas, cuestionándose los participantes si lo que enseñan es aprendido con comprensión, significado, aplicabilidad y utilidad. Lo importante es que todo el quehacer educativo confluya en aprendizajes de calidad.

sábado, 11 de febrero de 2012

Hagamos educación: cuidemos la moral y la corporeidad




El ser humano es un proyecto. No nace terminado, sino que se humaniza en la marcha, la vida se encarga de hacerlo. Si la ética es la reflexión teórica sobre la moral, esta última es la ciencia que trata de la bondad y del bien, así como de normas, valores y comportamientos, en tanto los humanos nos hemos olvidado del respeto y de la convivencia pacífica. Las universidades deberían incluir en el currículum la asignatura Educación para la paz y también como temática la corporeidad, esta última podría ser un atenuante para aquellos jóvenes que viven bajo signos persistentes de violencia o que manifiestan su Unheimisch o inquietante extrañeza en su entorno.

Sencillas reglas de comportamiento autorregulado son elementos embrionarios necesarios en los seres humanos, porque como expresa Jiménez (2000) esta sociedad es la nuestra, constantemente atacada por enfermedades, atravesada por crisis egocéntricas y presa de tendencias autodestructivas. Lo anterior nos mueve a inquirir sobre la moralidad y la transparencia del sistema político, del modelo cultural, de los héroes deportivos, de la institución matrimonial, de las casas de estudio, de algunos religiosos que anteponen sus propios intereses y no denuncian las injusticias.

Titulares de los periódicos nos informan que boxeadores nicaragüenses lesionan a sus esposas y que hombres sin principios violan sin piedad el cuerpo de niñas puras incidiendo en su corporeidad. Esto entraña también mujeres sin asideros, que de manera abrupta, desestabilizan matrimonios estables o políticos que sucumben a la tentación de lo fácil. Baraa, la niña palestina confinada por su padre en un cuarto oscuro durante casi una década, nos da una lección de amor y corporeidad al confesar ante la prensa que no lo odia.

Es, entonces, necesario hacer la distinción entre conciencia social y conciencia moral individual. La conciencia social es necesaria porque despierta la parte solidaria de los seres humanos, es decir percibimos que son necesarios los cambios para incidir en temas de pobreza, insalubridad, explotación sexual, medioambiente, corrupción gubernamental y educación. La moral individual es aquella que hace que la parte espiritual sea invadida por la violencia, el odio, la injusticia, la envidia por los saberes, la delincuencia, el crimen, la descalificación hacia los demás y el desorden afectivo y sexual al no ocuparse responsablemente del cuido moral de la corporeidad.

La preocupación del gobierno a través del sistema educativo debe centrarse en proteger la dignidad y la armonía humana. Assmann sostiene que la ética solidaria responde a la dignidad inviolable de la corporeidad, esta idea también es avalada por el escritor italiano Umberto Eco. La corporeidad humana es cuando pensamos, sentimos, queremos y coexistimos bajo la mesura del cuerpo; lo contrario sería vivir bajo el pesimismo y decadencia del mismo.

La corporeidad tiene la virtud de conciliar moralmente al ser humano, porque este abandona su naturaleza hostil, apacigua su frenesí sexual y orgiástico al proveerlo de dones transcendentes, en donde la moral social es un compromiso que es ir “del acto al pensamiento” tal como lo define Wallon. Eduquemos siguiendo estos principios con permanente lucidez: estimemos nuestro cuerpo, percibamos la belleza interior e inculquemos el amor al prójimo, a Dios y a nuestro humanes que es la corporeidad moral.

sábado, 4 de febrero de 2012

Hacia una pedagogía de la ternura

Son muy diversos los discursos que a diario oímos sobre la paz. La paz, como palabra y concepto no es un término neutro, ella surge de situaciones concretas de temor y angustia cuando vemos amenazada nuestra estabilidad y la convivencia humana. La paz ya no es entendida como ausencia de guerra o de violencia, ella adquiere un sentido más holístico, cuyo significado ha evolucionando hacia un carácter integrador; de estado de bienestar y seguridad que involucra el respeto a los Derechos Humanos, la protección al medio ambiente y la satisfacción de la necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda y salud.
¿Cuál es el discurso sobre la paz que predomina en la pedagogía del aula? ¿Cuál es la práctica educativa a seguir para transformar los discurso sobre la violencia y construir una pedagogía de la ternurización social? La paz es una palabra que no deja de estar presente en todos los discursos, ella se deja sentir de una u otro manera cuando se trata de buscar el entendimiento humano. La paz es una palabra que se reinventa constantemente, que atraviesa todas las fronteras culturales y que es transversal a los valores humanos.
Hay una tradición del pensamiento occidental que nos enseñó que pensar en la paz es pensar en la guerra y en la violencia. Hubo un periodo en que los estudios para la paz estaban unidos a los estudios sobre la guerra, al menos así se halla en los estudios clásicos de Karl von Clausewitz, que define la guerra como “un acto de violencia que intenta forzar a nuestros oponentes a que cumplan nuestra voluntad”. Luego llega a decir que la “guerra es la continuación de la política por otros medios”.
La guerra no ha sido más que una vulgar expresión de los Estados soberanos y del conflicto de sus grupos de poder. Nunca ha sido una expresión de la verdadera voluntad popular. Hace poco días le oí decir un viejo guerrillero que la guerra la hacen los jóvenes que no conocen a su enemigo, ni lo odian, pero lo matan; y que la inventan los viejos, que conocen a su enemigo, sí lo odian, pero no lo matan.
Los griegos usaban la palabra eirene para referirse a la paz dentro de un grupo cuando vive en armonía y justicia entre sus miembros. En la tradición romana está la idea de pax que tiene tres características: primero como ausencia de guerra (absentia belli), luego las disputas entre clases, razas, grupos territoriales, que desafían el gobierno central. Tercero: sivis pacem para bellum: “si quieres la paz prepara la guerra”.
En la tradición hebrea la palabra para paz es shalom y hace referencia a un pacto entre Yavé y su pueblo para producir justicia y prosperidad. En la tradición cristiana la teología del pueblo elegido se universaliza e integra el concepto de eón bajo un nuevo orden (Basilea) o Reino de Dios, y bajo una nueva ética.
El nuevo paradigma de educación para la paz nos enseña que ésta ya no es más ausencia de guerra y conflicto, sino un conflicto dinámico que requiere ser desaprendido de su vieja visón negativa y re-aprendido desde la justicia social. La paz, en términos positivos, es justicia y armonía social; es un fenómeno amplio y complejo que nos exige una comprensión multidimensional, que hace referencia a tres conceptos íntimamente recíprocos: el conflicto, el desarrollo y los derechos humanos.
La paz auténtica es la que, oponiéndose a la guerra, realiza esfuerzos por disipar toda discriminación, violencia y opresión que obstaculizan el desarrollo integral de las personas en su dimensión social.
La paz exige la superación de los niveles de desigualdad y exclusión social y una integración activa en los procesos de desarrollo y satisfacción de las necesidades básicas. Esto hace que se rompa el triángulo de la violencia directa, sistémica y cultural señalado por Galtung, para quien “la paz es un estado al interior de un sistema o grupo más grande de hombres o de naciones, en las cuales no se da ninguna amenaza o aplicación organizada y colectiva de violencia”.
De lo anterior podemos discurrir que es imperativa la búsqueda y definición de nuevos caminos,  en medio del desdibujamiento y de la encrucijada histórica del modelo predominante en nuestras comunidades educativas.
FUENTE:N.DIARIO/  RENE DAVILA / 030212