miércoles, 16 de mayo de 2012

Los mandamientos del docente universitario


Un amigo me sugirió la idea de elaborar un decálogo que sintetice, de acuerdo a las más avanzadas teorías psicopedagógicas y el magisterio de Paulo Freire, los que podrían ser “Los Diez Mandamientos del docente universitario”. Lejos de sentirme un émulo de Moisés en el campo de la educación superior, hoy los publico a sabiendas de que no es una formulación definitiva sino una propuesta o ensayo susceptible de mejoramiento. Propongo los siguientes mandamientos:
Asume tu cátedra con modestia y la convicción de que tienes aún mucho que aprender de la disciplina que vas a impartir. En el ejercicio de la docencia seguramente aprenderás mucho más sobre ella. Ya lo dijo Cicerón: “Si quieres aprender, enseña”. Y recuerda que no existe docencia sin estudio e investigación. El conocimiento crece y se renueva constantemente. Si no sigues sus pasos tu docencia pronto estará desfasada.
No presumas de tus conocimientos. No te presentes en el aula con la intención de demostrar erudición. Tus alumnos, con sus preguntas e intervenciones, te harán conocer nuevos aspectos y matices que ni siquiera sospechabas y que enriquecerán tu conocimiento. Formula preguntas a tus alumnos para estimular su participación en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nunca olvides que el sujeto principal del proceso es el alumno y no el profesor. Enfatiza en los procesos de aprendizaje más que en los de transmisión del conocimiento.
Ante tus discípulos tienes que demostrar coherencia entre tu discurso y tu práctica. La falta de coherencia te haría perder credibilidad ante ellos. Tu conducta pública y privada debe ser coherente con tus enseñanzas. Respeta las opiniones políticas de tus alumnos, y nunca trates de manipularlos políticamente. No impongas tus ideas por un principio de autoridad. Recuerda que es más importante la autoridad de los principios.
Tu rol como docente no lo limites a la clase expositiva o verbalista. Si así lo haces, estimularás en tus alumnos una actitud puramente receptiva de simples “tomadores de apuntes”, que luego memorizarán para el día del examen. Esto no garantiza que realmente han aprendido lo que tratabas de enseñar. Debes evolucionar, como recomienda Freire, de “educador bancario” a “educador problematizador”, y recuerda que tanto vale el texto como el contexto y que enseñar exige compromiso, ética y estética.
Tu rol como docente es actuar como un intermediario entre el conocimiento y el aprendizaje de tus alumnos. Tu papel es el de un facilitador de la construcción conjunta del conocimiento con tus discípulos, pero recuerda que los valores son los que transforman la simple instrucción en educación y el conocimiento en sabiduría. Que tu magisterio se inspire en los paradigmas del Desarrollo Humano Sostenible, el respeto a los derechos humanos, y a la interculturalidad, la tolerancia y la Cultura de Paz.
Tu deber, si es que realmente quieres que tus alumnos aprendan y, lo que es más importante, que “aprendan a aprender”, es transformar el aula en un ambiente de aprendizaje. Debes esforzarte por llevar al aula los materiales, previamente elaborados, capaces de suscitar aprendizajes significativos en tus alumnos, que tomen en cuenta sus conocimientos previos.
Tus alumnos no son todos iguales en cuanto a capacidad o motivación para el aprendizaje. Adopta las medidas pedagógicas que se adapten a la diversidad de sus capacidades y necesidades. Esfuérzate por crear una relación interpersonal de mutuo respeto con tus alumnos y no olvides que la educación es una construcción social donde la interacción con los demás es decisiva.
Asume la convicción que toda pregunta que se te haga en clase es importante. Para un buen docente no existen preguntas tontas o inútiles. Aprende a valorar la participación de tus alumnos y estimula su autoestima y su curiosidad. Un exabrupto de tu parte puede arruinar el deseo de tu alumno de aprender y su inquietud indagadora.
No evalúes a tus alumnos en función de la mayor o menor exactitud con que repitan tu discurso ni por la simple acumulación de datos e información. Utiliza pruebas de evaluación que te permitan apreciar si realmente aprendieron y si fueron capaces de construir el nuevo conocimiento e incorporarlo a su estructura cognitiva.
El fin último de tu labor como docente debe ser promover la autonomía de tus alumnos, para lo cual debes evitar generar dependencias.
Tu éxito como docente se medirá si tus alumnos adquirieron las herramientas cognoscitivas y la motivación para seguir aprendiendo durante toda su vida. Y considera como un triunfo que tus alumnos algún día te superen.
DR. Carlos Tünnermann Bernheim

sábado, 12 de mayo de 2012

JOSE TOLEDO DE AGUERRI MAESTRA EMERITA DE NICARAGUA.

Ayer, la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua sesionó en Juigalpa, con motivo del 50 aniversario del fallecimiento de Josefa Toledo de Aguerri (1866-1962). Me refiero a la gran educadora, cuya labor forjó la pedagogía moderna en nuestro país con otras graduadas del Colegio de Señoritas —fundado en 1882— a lo largo de muchas décadas.
Su carrera abarcó la dirección de varios centros públicos y la fundación —aún en tiempos del general J. Santos Zelaya— y de su propio colegio y la Escuela Femenina de Prensa, de la Escuela Normal de Señoritas, el Colegio de Señoritas Técnico-Práctico y el Kindergarten Modelo. Sin embargo, su vocación educativa fue más amplia, resultando una escritora pedagógica de grandes capacidades, una ensayista —teórica de la enseñanza— y autora de teatro escolar.
Sus piezas, desde luego, estaban vinculadas a su práctica diaria y eran cortas, amenas y fáciles de asimilar, teniendo de objetivo transmitir el civismo, la autogestión y el espíritu democrático de las elecciones; y de inculcar el ideal unionista. Cultivó, igualmente, la crónica de viaje y la biografía breve, el editorial y el artículo divulgativo, como dan fe media docena de obras.
Estas, en el campo específicamente pedagógico, postulaban la revitalización de las escuelas normales (la de Varones fundada en 1908 y la de Señoritas en 1910); la necesidad de establecer un Consejo Nacional de Instrucción Pública, el concepto “nuevo” de escuela como esfuerzo dirigido, perfeccionamiento progresivo, fe en sí mismo, esperanza en la realización de los ideales y abnegación para un exceso de trabajo en favor de los demás; el sentido del Kindergarten y sus críticas al método de Froebel, esencialmente matemático; el uso de libros de texto y otro temas sobre disciplina y moralidad, higiene y sinopsis, colonias y bibliotecas escolares, juntas, academias y asociaciones, la celebración del Día del Maestro y la Fiesta del Árbol, decretada en 1929.
Al mismo tiempo, propugnaba —como feminista pionera— por la superación y los derechos de la mujer. Esta significación tuvieron sus publicaciones periódicas Revista Femenina Ilustrada (1918-20) y Mujer Nicaragüense (1929-30), actividad que presenta otra faceta fundamental de su personalidad: la de promotora cultural. No sólo esas publicaciones periódicas fueron proyectos logrados, sino su Enciclopedia Nicaragüense (1932), de la cual sólo quedó el segundo tomo, pues el primero fue destruido por el terremoto capitalino de 1931. A todo ello hay que sumar el despliegue de una incansable labor como benefactora social, presidiendo numerosas instituciones filantrópicas.
Por fin, vale la pena recordar su trilogía práctica (buena presencia, precisión en el aprendizaje y constancia en el estudio ordenado) que concretaba en su expresión nemotécnica: “Facha, fecha y ficha”. Mas su autorretrato mental la reveló conspicua e inteligente, cortés en su trato y tenaz en sus propósitos, aparte de ofrecer estos principios: la veracidad como virtud predilecta, la integridad como cualidad más estimada en el hombre y la honestidad en la mujer. Su concepto de la felicidad consistía en tener fe, abrigar esperanza y practicar la caridad. Y el de la desdicha en mantenerse inconforme e intolerable.
“Doña Chepita” prefería vivir “en donde la justicia tuviera su mejor representativo”. Declaraba a Cervantes y a Darío, respectivamente, su prosista y poeta predilectos. Chopin era su músico más admirado y Murillo, el español, su pintor más afín. Tenía un libro de Pestalozzi de cabecera y el héroe de la vida real que más admiraba era el padre Mariano Dubón. Su heroína por antonomasia: Rafaela Herrera; su aversión particular, la hipocresía; y su lema: “Todo por la patria, la familia y el honor”.