Un amigo me sugirió la idea de elaborar un decálogo que sintetice, de
acuerdo a las más avanzadas teorías psicopedagógicas y el magisterio de
Paulo Freire, los que podrían ser “Los Diez Mandamientos del docente
universitario”. Lejos de sentirme un émulo de Moisés en el campo de la
educación superior, hoy los publico a sabiendas de que no es una
formulación definitiva sino una propuesta o ensayo susceptible de
mejoramiento. Propongo los siguientes mandamientos:
Asume tu cátedra con modestia y la convicción de que tienes aún mucho
que aprender de la disciplina que vas a impartir. En el ejercicio de la
docencia seguramente aprenderás mucho más sobre ella. Ya lo dijo
Cicerón: “Si quieres aprender, enseña”. Y recuerda que no existe
docencia sin estudio e investigación. El conocimiento crece y se renueva
constantemente. Si no sigues sus pasos tu docencia pronto estará
desfasada.
No presumas de tus conocimientos. No te presentes en el aula con la
intención de demostrar erudición. Tus alumnos, con sus preguntas e
intervenciones, te harán conocer nuevos aspectos y matices que ni
siquiera sospechabas y que enriquecerán tu conocimiento. Formula
preguntas a tus alumnos para estimular su participación en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Nunca olvides que el sujeto principal del
proceso es el alumno y no el profesor. Enfatiza en los procesos de
aprendizaje más que en los de transmisión del conocimiento.
Ante tus discípulos tienes que demostrar coherencia entre tu discurso
y tu práctica. La falta de coherencia te haría perder credibilidad ante
ellos. Tu conducta pública y privada debe ser coherente con tus
enseñanzas. Respeta las opiniones políticas de tus alumnos, y nunca
trates de manipularlos políticamente. No impongas tus ideas por un
principio de autoridad. Recuerda que es más importante la autoridad de
los principios.
Tu rol como docente no lo limites a la clase expositiva o verbalista.
Si así lo haces, estimularás en tus alumnos una actitud puramente
receptiva de simples “tomadores de apuntes”, que luego memorizarán para
el día del examen. Esto no garantiza que realmente han aprendido lo que
tratabas de enseñar. Debes evolucionar, como recomienda Freire, de
“educador bancario” a “educador problematizador”, y recuerda que tanto
vale el texto como el contexto y que enseñar exige compromiso, ética y
estética.
Tu rol como docente es actuar como un intermediario entre el
conocimiento y el aprendizaje de tus alumnos. Tu papel es el de un
facilitador de la construcción conjunta del conocimiento con tus
discípulos, pero recuerda que los valores son los que transforman la
simple instrucción en educación y el conocimiento en sabiduría. Que tu
magisterio se inspire en los paradigmas del Desarrollo Humano
Sostenible, el respeto a los derechos humanos, y a la interculturalidad,
la tolerancia y la Cultura de Paz.
Tu deber, si es que realmente quieres que tus alumnos aprendan y, lo
que es más importante, que “aprendan a aprender”, es transformar el aula
en un ambiente de aprendizaje. Debes esforzarte por llevar al aula los
materiales, previamente elaborados, capaces de suscitar aprendizajes
significativos en tus alumnos, que tomen en cuenta sus conocimientos
previos.
Tus alumnos no son todos iguales en cuanto a capacidad o motivación
para el aprendizaje. Adopta las medidas pedagógicas que se adapten a la
diversidad de sus capacidades y necesidades. Esfuérzate por crear una
relación interpersonal de mutuo respeto con tus alumnos y no olvides que
la educación es una construcción social donde la interacción con los
demás es decisiva.
Asume la convicción que toda pregunta que se te haga en clase es
importante. Para un buen docente no existen preguntas tontas o inútiles.
Aprende a valorar la participación de tus alumnos y estimula su
autoestima y su curiosidad. Un exabrupto de tu parte puede arruinar el
deseo de tu alumno de aprender y su inquietud indagadora.
No evalúes a tus alumnos en función de la mayor o menor exactitud con
que repitan tu discurso ni por la simple acumulación de datos e
información. Utiliza pruebas de evaluación que te permitan apreciar si
realmente aprendieron y si fueron capaces de construir el nuevo
conocimiento e incorporarlo a su estructura cognitiva.
El fin último de tu labor como docente debe ser promover la autonomía
de tus alumnos, para lo cual debes evitar generar dependencias.
Tu éxito como docente se medirá si tus alumnos adquirieron las
herramientas cognoscitivas y la motivación para seguir aprendiendo
durante toda su vida. Y considera como un triunfo que tus alumnos algún
día te superen.
DR. Carlos Tünnermann Bernheim
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